EL VINCODI GO DACI

Por su puesto yo no iba a ser menos y también he sucumbido al poder de la promoción. Ayer fui al cine y lo vi. Cinco salas llenas de nuevos apóstatas por culpa de un tal Dan (a quien sólo le falta el Up para tener nombre de yogur bebible).

Yo no leí el libro, ni tampoco Irene, de modo que entramos en la sala libre de prejuicios y sin saber qué íbamos a encontrarnos (de la crítica no te puedes fiar).

Y he de decir, sin temor a avergonzarme por ello, que me gustó. En líneas generales la película está bien, la trama es entretenida y el ritmo de los acontecimientos (en ocasiones demasido rápido) te mantiene todo el tiempo con los ojos clavados en la pantalla. Al final hasta se me hizo corta, a pesar de los tres días y medio que dura la cinta.

Se me hizo corta, a pesar de los tres días y medio que dura, y a pesar de sus dos protagonistas: Tom labiotorcido Hanks y Audrey noséquéhagoaquí Tautou. Toda la santa película con la misma caratonto los dos. Tom Hanks con cara de estreñido y adicto a los barbitúricos y Amelí con cara de circunstancia. A él sólo le faltaba un váter pegado al culo y ella.... qué lastima ella, unos ojos tan grandes no se merecen tal inexpresividad. Por no hablar de la falta de feeling entre los dos. A ver si es que lo del gesto de estreñimiento no era sólo actuación.

Quien casi se sale de la pantalla de lo mucho que la llenaba es Magneto Ian Mckellen. Ya podría aprender Tom de él e intentar dejar de ser el gran fraude de Hollywood que es. Y por supuesto, uno de los mejores momentos, para mi, es el que Magneto Mckellen protagoniza, cuando cabila acerca de La Última Cena. Luego normal, con escenas así, que hubiera gente dentro del cristianismo que se sintiera molesta por la trama del CDV. Pero eso es como si la Benemérita se quejara cada vez que Gene Hackman estrena película sobre policías corruptos. No puede haber alguien tan tonto como para no saber distinguir ficción de realidad. Y el Código Da Vinci es ficción.