martes, enero 04, 2005

Y la Nochevieja bien, gracias

Todo nos parece una mierda
Todo nos parece una mierda
Todo nos parece una mierda
Menos lo vuestro...


(David y Astrud - Todo Nos Parece Una Mierda)


Vaya semanita me espera. Aún no han acabado las fiestas navideñas y ya tengo un agobio encima... un stress... que pa qué! Pero es que no es para menos, que va! Miro la agenda y me horrorizo, vamos, que se me ponen los vellos como escarpias al ver lo que se me viene encima: libros por leer, trabajos sobre los libros, ejercicios de derecho fiscal y de economía de empresa, otro trabajo de marketing y pasar apuntes, muuuuuchos apuntes. Si ya lo decía el refranero impopular, no dejes para la última semana antes de los exámenes lo que podrías haber hecho durante los cuatro meses anteriores.

Y para colmo el libro que me estoy leyendo ahora es, como mínimo, insufrible. No hay persona en este mundo capaz de leérselo sin padecer varias crisis de histeria colectiva, trastornos psíquicos o una depresión postparto. El cabrón del traductor me tiene sumido en una gran desesperación. No entiendo cómo el editor se ha atrevido a publicarlo estando tan plagado de frases inconexas, sin sentido, palabras super rebuscadas y algunas inventadas (lo puedo jurar), mil acentos y signos de puntuación omitidos... [una muestra de lo que digo; otra] Una vergüenza tremebunda para la literatura económica, en particular, y para el mundo del libro, en general. Vamos, que me tiene desquiciado. Tanto es así que estoy empezando a perder los papeles. Ayer mismo, sin ir más lejos, mientras leía (o intentaba leer, dentro de lo que la desesperación me permitía) el susodicho libro, con un lápiz iba marcando las partes más importantes (para el trabajo que tengo que hacer una vez me lo haya acabado). Y la cuestión es que no sé cómo diantres me las apañaba para perder el lápiz cada vez que lo soltaba. Pero mi momento de máximo esplendor fue cuando me pasé unos diecisiete minutos buscando el puñetero lápiz por toda la sala, por debajo de las mesas y sillas, hasta deshice dos sofás por si se me había colado entre los cojines e incluso miré en la chimenea por si lo había tirado dentro en un momento de enajenación mental (que no sería nada extraño, tratándose del libro que me estaba leyendo). Era tan grande mi angustia que sentí la irremediable necesidad de meter la cabeza en el water y terminar de cagarme en toda la familia, vecinos y animales de compañía de un tal Bernardo Kugler (un profesor de economía de la Universitat Pompeu Fabra que seguramente se habrá embolsado un pastón por traducir como el culo lo que le ha dado la gana) cuando de pronto no he podido más que descojonarme yo solito en el baño durante media hora al ver cierta imágen reflejada en el espejo: mi preciado staedtler del 2 a rayas amarillas y negras posado sobre una de mis orejas haciéndole la competencia a dos aros. Lo dicho, que estoy desquiciado. Eso sí, ahora mismo le mando yo a la editorial un imiel haciéndole llegar mi pesadumbre sobre su pésima publicación. Y que se la lean ellos si tienen lo que hay que tener.



Ahh que también quiero aprovechar la ocasión para felicitar muy cortesmente la Navidad a todos aquellos que se dicen ateos pero que incomprensiblemente celebran estas fechas de una manera tan entusiasta y con tantísima ilusión. Un hurra por vuestra nihilista e impía hipocresía (que no va por ninguno de vosotros ehh, no os me sentáis ofendidos, que yo sé por quien lo digo).

Hip Hip...

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