sábado, junio 10, 2006

Acabo de presenciar un robo

Ahora mismo llego de Makro de presenciar un robo, y qué rabia que me ha dado. Justo al bajar mi padre y yo del coche, después de aparcarlo, un pobre hombre que estaba guardando su compra en la furgoneta ha salido corriendo al grito de hijo de putaaaaaaa detrás de un chico. Al hijo de puta lo estaban esperando diez metros más adelante otros cuatro hijos de puta en un Renault Clío, modelo nuevo y color áureo, con el motor en marcha y con una de las puertas traseras abiertas. Óbviamente el señor víctima del robo (de unos sesenta años aproximadamente) no ha podido alcanzarlo, y enseguida, viendo el percal, mi padre ha reaccionado.

Mi padre es un héroe. Hacía tiempo que se me había olvidado pero hoy lo he vuelto a recordar. El Clío ha acelerado a toda leche, y mi padre, con un sprint digno de las mejores épocas de Ronaldo, ha salido corriendo hacía la entrada de Makro gritándome que buscara una piedra. Mi padre, además de un héroe, es un poco macarrilla. Y yo buscando la piedra con un puño en el pecho de la impotencia de no poder hacer nada y de que no hubiera ninguna piedra en el párking. Claro que, ¿qué íbamos a hacer nosotros con una piedra estando todo Makro vallado como está? Qué rabia. Qué impotencia. Cómo me hubera gustado estamparles un pedrusco en un cristal.

Justo después de que el Clío saliera cagando leches y que el pobre hombre se quedara en la carretera gritando encolarizadamente, se ha acerca un Peugeot negro de por lo menos quince años, el señor lo ha parado, le ha dicho algo al conductor, se ha subido en él, y ha empezado una persecución en clara desventaja. ¿Qué se le habrá pasado por la cabeza al conductor del Peugeot? No sé si yo habría accedido a perseguir a los delicuentes. Ni siquiera sé si me habría parado al ver a un hombre haciéndome señas desesperadamente para que me detuviera. Me gusta pensar que sí. Mi padre, seguro, él es un héroe.

Qué rabia no haber pensado antes en fijarme en la matrícula del Clío. Cuando he reaccionado ya era demasiado tarde y apenas he podido distinguir un par de unos. En mi vida había sentido tanto coraje como hoy, por no poder hacer nada (no cuenta el día que el barsa ganó la segunda).

Y a saber qué le han debido robar al pobre hombre para que no le importara lo más mínimo dejarse toda la compra en el carro y la furgoneta abierta de par en par. Mi padre, que es un héroe, muy solidáriamente le ha metido toda la compra en la furgoneta, le ha cerrado la puerta y ha devuelto el carro a su lugar. Y la compra no es que fuera moco de pavo: el par de cajas isotérmicas de solomillos y entrecots y todas esas botellas de licores, seguro que superaban los quinientos euros de valor. Si estaba dispuesto a perder todas esas mercancías, a saber qué llevaba en la cartera. Una pasta gansa. Si es que no se puede ser tan incauto, sobretodo conociendo las historias que se cuentan de los párkines del Carrefour o de Ikea.

Pues después de hacer nuestra compra, más de una hora después, todavía seguía ahí la furgoneta. Y eso ya no sé cómo interpretarlo, porque suponiendo que la persecución hubiera sido inútil, el señor hubiera vuelto a esperar a la policía en el lugar de los hechos, digo yo.

Por cierto, que no es por ser xenófobo, pero tenían toda la pinta de ser colombianos los cinco hijos de puta del Clío. Que además eran cinco, los consigues alcanzar y qué... Además de robarte te parten la cara -sino te atropellan-.

Pues eso, que si alguno de vosotros conocéis al dueño de Los Poetas, el restaurante que venía rotulado en la furgoneta, le digáis que quien le ha guardado la compra ha sido mi padre, el de la piedra.




2 comentarios:

Mara Jade dijo...

Porque al final has dicho quién era el señor y tal... mi padre no tiene 60 años... por su cara de mosqueo podría parecer que los tienes... pero.... joder! casi me he acojonado pensando que podría haberle pasado a mi opá!

Sergio dijo...

ein? tu opá es el dueño de los poetas??