Y así de contentos estábamos Joan y yo...


Empezamos la noche como unos pájaros mojados en whisky y terminamos como unos kamikazes enamorados, escuchando a Quique González cantarle a la noche americana como sólo él sabe hacerlo, de una manera tan personal. Eso sí, no podía faltar el aroma a salitre (48).



No hay comentarios:
Publicar un comentario