domingo, junio 13, 2004

La Partida (II)

(ANTERIORMENTE...)


El otro individuo recogió el revólver y lo amartilló sin titubear. Estaba deseando largarse de allí, todos esos individuos de desagradable aspecto y modales patibularios le contrariaban sobremanera. No era la primera vez que participaba en uno de estos eventos, de hecho ésta era la cuarta vez, aunque en las tres anteriores no tuvo ningún problema, los oponentes abandonaron sin llegar siquiera a disparar.

Un nuevo chasquido hizo que todo el mundo volviese a murmurar, aunque esta vez de admiración. El tipo no dudó un instante, fue tan rápido en disparar que Castro apenas había probado su copa. Una sonora blasfemia se escapó de sus labios mientras cogía el arma de nuevo.

Esta vez las dudas fueron mayores. Pensaba que todo esto era una locura, que debía abandonar ahora que podía, aunque la imágen de los matones que le buscaban le hizo descartar esa opción (estaba seguro de que no se se conformarían con partirle las piernas).

Amartilló y juró al apóstol que núnca más pisaría un casino si le sacaba de ésta, y que además sería un hombre nuevo y dejaría atrás toda esa vida de vicios.

- Gracias, gracias, gracias,...- musitaba sobrexcitado mientras ponía de nuevo el revólver sobre la mesa.

El griterío se hacía cada vez más ensordecedor. Ahora era el otro el que tenía una expresión llamativa en su rostro, pero no de miedo, sino de sorpresa. No lograba explicarse cómo demonios estaba aguantando tanto aquel idiota. Pensó que realmente debía estar desesperado. Él, al contrario, no lo hacía por necesidad, vivía holgadamente, aunque bien es cierto que los caprichos de su mujer eran algo costosos. Fue la que le sugirió esta opción argumentándole que, procediéndo como ella lo hacía de una noble familia, no iba a privarse de nada.

- Démonos prisa caballeros, mi mujer me está esperando en casa y necesito llevarme ese dinero- dijo con un marcado acento extranjero. Y cogió el revólver sonriendo burlonamente a Castro.

El estruendo de la detonación provocó en Castro una mezcla de alivio y excitación. No se lo podía creer, por una vez había ganado.


~~~~~***~~~~~


El silencio del depósito de cadáveres únicamente era roto por el incesante ruido de los tacones de una mujer, la cual se dirigía con paso firme y decidido hacia una de las cámaras frigoríficas. La abrió y desabrochó cuidadosamente la cremallera de la bolsa para cadáveres. El extranjero que perdió la partida estaba dentro.

- Vamos gandúl- habló ella- soy yo.

Éste abrió los ojos y respondió con voz apesadumbrada:

- Hola cariño, siento haber perdido esta noche, pero ese condenado tipo...

Consiguió salir de la cámara y se puso la ropa que su mujer le entregó.

- ¿Conseguiste el maletín?- le preguntó a su esposa.

- No, al terminar la partida salió como alma que lleva el diablo y cogió un taxi, le seguí hasta un casino y esperé a que se levantara o se fuera, pero ese cabrón estuvo allí sentado sin moverse, gastando el dinero que debía ser nuestro... ¡No sabe la suerte que ha tenido!

- No te preocupes cariño, no siempre salen bien las cosas.

- De todas formas, todavía nos quedan un par de sitios a los que ir en esta ciudad, y después seguiremos en otras- contestó finalmente ella.

Mientras él se mecía los cabellos, sus ojos se fijaron en una figura que yacía inerte apoyado en la pared. Debía ser el vigilante del depósito, porque iba uniformado. Tenía la cabeza ladeada hacía la izquierda y su cuello mostraba dos marcas recientes por las que corría un fino hilillo de sangre.

- Cielo, podrías haberme dejado un poco, hace días que no pruebo bocado.

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