jueves, mayo 13, 2004

El Viaje Astral

Antes de verme como me veo ahora, yo tenía una vida casi normal. Digo casi porque lo que me faltaba para llegar a esa "normalidad" era ser como mis amigos, es decir, vivir despreocupado dejando pasar los días.

Pero no. Yo era distinto. Tenia una obsesión llamada Helena, y una pasión, la parapsicología.

Mis amigos siempre me calificaron de bicho raro, riendo entre bromas que, dada mi afición a las ciencias ocultas, Helena fuera un ser "de otro mundo".

No me importaban demasiado sus bromas. Aquella noche, cuando todos nos acostasemos, haría el viaje más emocionante de cuantos habia hecho. Iría a ver a Helena, y así se lo hice saber a mis amigos.

"Esta noche? Nunca hablaste con ella... ¿Cómo piensas ir a verla? ¿Crees que te va a recibir?" .

"Haré otro de mis viajes astrales, la veré tendida en su cama, y me quedaré con su imagen. Para siempre"

Pero ellos eran bastante escépticos en cuanto a viajes astrales se refería. Para ellos, el único viaje emocionante, era este que habíamos hecho como escapada de fin de semana a un albergue en un pequeño pueblo cerca de la costa cantábrica. Las bromas volvían a surgir de sus bocas, como recurso a su incredulidad.

Esa noche me fui a la cama convencido de que todo iba a ser una gran aventura, dispuesto a encontrar a mi niña aguardando, dormida, la llegada de un nuevo día.

Tendido en el lecho, me relajé como tantas otras veces había hecho. Volví a notar cómo mi cuerpo se relajaba, cómo salía de él, girándome para verme con una sonrisa esbozada y todos mis músculos inertes.

Comencé el paseo, dedicándome en primer lugar en concentrarme y tomar la dirección correcta. Una vez orientado, floté por los pasillos de aquella vieja casa reconvertida y salí al exterior.

Floté una distancia difícil de determinar por el estado en que me encontraba, pero notaba que el pueblo ya no se veía, y que una extraña bruma me envolvía. Me estaba perdiendo, ya que la espesa niebla me impedía ver y dificultaba que me pudiera orientar en el sentido correcto.

Me iba poniendo cada vez más nervioso. De repente me di cuenta de que no estaba sólo, que había más gente por allí vagando. En principio pensé que sería más gente "viajando", lo cual me tranquilizó un poco, pero descubrí algo que me sobrecogió: se había cruzado en mi camino alguien que me miró con una profundidad poco habitual, mientras una leve sonrisa brillaba en su rostro. Iba en dirección contraria a la mia. El instinto me hizo dar la vuelta y seguirle. Lo que descubri despues fue aterrador.

Aquel ser se metió en mi cuerpo, lo levantó y, con mi cuchillo de monte, fue degollando uno por uno a todos mis amigos, que morían prácticamente en el acto, sin poder gritar, sin poder alertar al siguiente.

Yo les gritaba, me gritaba a mi, a mi cuerpo poseído por un maníaco, pero no me oían.

En ese instante alguien me llamó. Me giré lentamente y la imagen de Helena me hizo olvidar por un instante lo que estaba ocurriendo. Aturdido por cómo se estaba desarrollando todo, apenas pude valvucearla, con un finísimo hilo de voz, que me esperase, que tenía que ayudar a mis amigos...

"No importa. Ya es tarde. Tú y yo también estamos muertos"

Nada más pronunciar estas palabras, vi mi cuerpo tendido en el suelo, con el cuchillo de monte clavado en el estómago, mientras aquel ser despiadado volvía a la dimensión de la que provenía y en la que ahora me hayaba. Miré a Helena, quien, sonriendo, me dijo: "era lo que tu querías, quedarte conmigo.... 'PARA SIEMPRE'.

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