sábado, mayo 01, 2004

Viernes 23

En los altavoces: Spacehog - In The Meantime

El viernes quedamos los habituales (dani, sofia, diego, paula, carmen, jorge y yo) en el lugar de siempre, "el templo del botellón", donde, nada más empezar a beber, nos reencontramos con nuestros instintos más barriobajeros: chorimangamos una chaqueta!! bueno, mejor dicho, chorimangué una chaqueta, eso sí, motivado por los gritos de ánimo de mis secuaces... y es que nos hemos convertido en la nueva generación de delincuentes post-juveniles, son cosas que pasan. Lo malo es que la chaqueta, al ser de muchacha, de la talla XXXS, y de color beige, que no me favorece nada, se la quedó Paulita, que a ella sí le venía. Pero estamos muy arrepentidos del hurto que cometimos (con nocturnidad y premeditación, pero sin nada de alevosía) y de la mala conciencia que tuvimos al día siguiente todos, no apuntamos a un programa de reinserción en la sociedad, a ver si nos rehabilitamos. Después del botellón nos fuimos al Nudos, nuestra segunda casa. Cuando llegamos, íbamos todos super doblados, pero eso no nos impidió seguir bebiendo como unos campelones, chupitel va, jarra viene, hasta que se empezaron a manifestar los primeros signos de debilidad etílica y Daniki, primero, y Carmen, después, se dieron a la fuga. Y nosotros bailando, saltando y danzando super descontrolados cual alma que lleva el diablo, hasta que aconteció un suceso de trágicas consecuencias: colaboré desinteresadamente y sin ningún ánimo de lucro en el rompimiento de un dedo de Diego Rottwailer (osease, nos dimos los dos un fostión tremendo, entre salto y salto caímos al suelo en picado, emulando al mejor saltador de trampolín haciendo el salto del ángel). Por aquel entonces había recibido dos llamadas chuzas de las catalinas, que estaban en el concierto de Ariel Rot en la UB (que por cierto, me prometiste que le pedirías un autógrafo en la mama derecha, y quiero verlo!). Cuando a Diego se le empezaron a pasar los efectos del ron y de cada vez era más consciente del dolor que sentía en su mano, Jorge se prestó a llevarlo a la clínica, y Sofía, Pauli y yo aprovechamos para redescubrir el antiguo complejo Broadway... pfff apoteósico, cualquier palabra que pueda utilizar para intentar explicar lo que allí adentro acaeció, se queda corta. Fue el cénit de nuestra perversión más lasciva, desenfrenada y libertina. Demencial. Creo que nunca habíamos hecho tanto el ridículo! Cómo nos reimos! bailando como posesos super eróticos y sensuales en medio de la pista y de tarima en tarima. Fue genial. Y después de "tus ojos, tus labios..." de Modestia Aparte, decidimos que había llegado la hora de dejar de dar el espectáculo y volver a comportarnos como las personas responsables y civilizadas que somos. Pero por suerte ese pensamiento no nos duró mucho (efectos secundarios del alcohol) y de camino al coche nos empezamos a meter con todo kiski. El coche? dónde he aparcado el coche? y mi cocheeee??? No se me ocurrió mejor idea que llamar a la Torti a las 6 am para preguntarle si ella sabía dónde estaba mi coche, algo realmente difícil, si pensamos en el hecho de que ella está en Barcelona, ciudad condal (por favor, no me tengas en cuenta nada de lo que te pudiera decir, me encontraba todavía bajos los defectos del ballantines...).

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